Cuando una persona llega al máximo cargo en una o institución, quierase o no, el poder que ostenta, le hace perder el sentido de la realidad. El poder es un fenómeno penetrante e invasor. Cuando uno ésta en la cima, nada de lo que escucha es verdad o por lo menos, toda la verdad.
En la cima es muy difícil mantener la perspectiva de las cosas. La dificultad es directamente proporcional a la altura que ha logrado escalar. Cuanto más alto se llega más te alejas de la realidad. El consejo a considerar en estos casos es: "Apóyese en un buen amigo que no tenga pelos en la lengua y le cante la precisa".
La mejor defensa es un amigo de verdad. Puede ser también su esposa o hijo. También un asesor competente o alguien en quien confía de verdad. Pero en algún momento y de alguna manera, usted necesitará mantenerse en contacto con la realidad.
Necesitará a alguien que pueda cantarle su verdad, que pueda reírse de usted, que disfrute de eso y que le obligue a reírse de usted mismo. Viene a mi memoria lo que leí hace tiempo y preciso en este tema: "Cuando los senadores romanos se dirigían a las masas, siempre tenían a su lado a un subalterno cuya única misión era repetirle, de tanto en tanto: ¡Recuerde que usted es mortal!
De manera que, aquel que se encuentre en la cima del poder, tiene que recordar siempre qué es un mortal y, sería muy sano y oportuno que se lo recuerden con cierta frecuencia y sin rodeos. Que eso lo pude molestar muchísimo, sin duda, pero al menos por su bien, lo mantendrá en contacto con la realidad.
Definitivamente, al llegar a determinada posición, cargo o investidura, por más abierto, inteligente y competente que usted sea, terminará rodeado de personas obsecuentes y mermeleros, conocidos popularmente como los "sí señor". Y es difícil no creerle a este tipo de gente. Resista a esa tentación y la consolidación del éxito estará asegurado.
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