Hay una frase que toda persona, empresario, estudiante y trabajador debe tener en cuenta para el logro del éxito en lo que se proponga, es que "jamás abochorne a nadie en público". La experiencia indica que muchísimas personas, administradores, gerentes, jefes, consultores, etc., han estropeado su efectividad por alardear de inteligentes, sabelotodos y, muy en especial, por abochornar y humillar en público a otros, incluso a sus clientes.
Se olvidan que estas personas tienen tanto o más talento que ellos pero que quizás no son tan rápidos o tan analíticos. Es como si esta gente no pudiese dominarse y siempre quieren dar a luz su supuesta superioridad. Este error fatal es mucho más comun de lo que uno podría suponer.
El consejo a considerar sería: Aprenda a callarse la boca. Cada vez que participe de una reunión repítaselo mentalmente: "No voy a presumir de lo que sé, no voy a presumir de lo que sé...".
Asimismo, si uno dentro de una empresa, trabajo, universidad o centro de enseñanza se comporta de forma medianamente decente, le será posible evitar que en algún momento todo se ponga en su contra. El tipo bueno podrá terminar o no en último puesto. Pero el tipo malo siempre recibe su merecido.
Si uno defiende algo medio descolgado de la realidad se empieza ya con una desventaja. Pero si uno es un tipo decente o, al menos, se comporta de forma decente, tiene la mitad de la batalla ganada.
Si usted no es medianamente decente, al menos simule serlo, aunque es difícil pero no imposible. Ya alrededor de los catorce años de edad, el ser humano tiene desarrollado en su interior un detector de mentiras bastante confiable.
Uno puede cometer todo tipo de estupideces impunemente cuando las cosas andan bien. Pero más vale que resista la tentación de hacerlo, porque todo eso puede volverse en su contra cuando las cosas empiecen a andar mal y, ese momento siempre llega.
Cuando uno es un empresario de éxito, gerente o jefe, todo el mundo aplaude hasta las más grandes estupideces. El problema es que eso se suba a la cabeza y uno comience a creerse tan graciosos como Melcochita o el chato Barraza.
Bueno, pero el tema aquí no son si eres gracioso o no, sino impedir que el éxito le infle el ego. Trate de liberarse de las pequeñas arrogancias que el poder suele traer aparejadas. En primer lugar, porque lo convierten en un engreído y hará que sea menos respetado. En segundo lugar, porque a la primera oportunidad se lo harán pagar.
La gente tiene buena memoria. Muy buena memoria. Una memoria infinita. Si usted los humilla o les gasta una broma pesada, lo recordarán. Boicotearán sus políticas. Y en cuanto usted tropiece y caiga, le darán una buena patada. No porque sean unos malvados, sino porque son seres humanos comunes y corrientes, a los que no les gusta que se los humille.
Recuerde, ¡cuide su ego! y el poder será infinito.